1 de marzo de 2009

Mínimo


Cuando rondaba los ocho años, mis padres tuvieron la feliz idea de llevarnos a vivir a una huerta, la huerta de Santa Catalina, en la afueras de la ciudad. Tenía de todo: alberca, cochineras, establos, corral de aves, un pequeño jardín con altísimas palmeras… Antes de llegar a ella había que parar en un cruce que siempre atrapaba mi atención. Allí un hombre, en una modesta vivienda, tenía instalado al aire libre un pequeño ingenio con el que fabricaba cuerdas. Este relato no recoge esos años de mi infancia, pero detrás de esta historia está aquella huerta en la que todos fuimos tan felices.


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El texto de este cuento lo encontrarás pinchando aquí.

2 comentarios:

orphangirl dijo...

jo! a veces dan ganas de llorar con la historia. ¡Qué bonita! estas cosas deberían conocer los niños y es que, de la misma manera que a ti te marcó vivir un tiempo en la huerta, crecer con estas cosas marcan. Enhorabuena a los que han participado. Por cierto, te propongo que hagas una sección en el que la gente te proponga cuentos, así sería más interactivo :)
Saludos!

Anónimo dijo...

Qué bonitas tus vivencias, Javier. Esta parte no la conocía, pero tal y como la describes...deduzco que fuiste muy feliz en esta huerta. El cuento, ya sabes que me encanta...y ahora sé de donde procede...Felicidades una vez más.
Un beso:Toñi.